09 septiembre 2014

Canto mudo

No es de extrañar, que las personas cada vez sintamos más afinidad por nuestras mascotas, cada vez más sentimos que son quiénes mejor nos comprenden, y hasta me atrevería a decir, que quiénes mejor nos conocen.

He pensado en varias opciones que puedan dar respuesta a tal comportamiento, dando como hipótesis ganadora lo que coloquialmente denomino como "el juicio final". El "juicio final", es el juicio al que cada uno de nosotros estamos obligados a pasar en cada una de nuestras etapas vitales de nuestra vida (niñez, adolescencia, etapa adulta y vejez), el juez siempre es el mismo, un ente ajeno a la evolución de los tiempos y al progreso que, como si de enfermedad se tratara, deambula sobre nosotros con el más tradicional de sus trajes de gala, un ente que, no conoce ni la compasión ni el perdón, y del que sólo escapan los seres irracionales.

Este ser forma parte de lo comunitario, lo alimentamos entre todos y lo solemos llamar sociedad. 





Es "ella" quien marca los tiempos, lo "correcto" de lo "incorrecto", quién está dentro de lo normal y quién queda fuera, espíritu caprichoso cuya función principal es ofrecer a sus sometidos una vara para medir al prójimo, vara que se torna impasiva ante la inseguridad y la debilidad del ser humano como individuo.

Sin embargo, el ser irracional, fiel y leal a sus valores, doméstico o salvaje, siempre puro y a la vez razonable con su condición, con su naturaleza, éste quien prescinde de varas de medir, de juicios... ¿os imagináis un ser de sentimientos sencillos cuya única misión en la vida fuera la de acompañar?, impensable que semejante ser pudiera ser racional. 

Es entonces, cuando de forma inminente, siento un pánico dentro de mí que intenta abrirme los ojos, ¿es únicamente atribuible a la raza humana el arte de juzgar todo lo que se mueve?, deduzco que la respuesta es sí, y por lo tanto resumo que la saña es racional, el desdén humano, que nada tiene que ver con el instinto o la necesidad por sobrevivir, a no ser, que el término sobrevivir lo entendamos metafóricamente como el arte de mantenerse a flote en una sociedad cada día más individual.

Si hago todas estas reflexiones, no son para hundir los estamentos de la raza humana, eso ya lo hacemos entre todos, no merece una atención exclusiva, es por enaltecer todos los seres que nos rodean, que de alguna manera se comunican con nosotros, nos transmiten la simpleza de la felicidad, sin palabras, sin grandes actos, sólamente viviendo, compartiendo una mirada, un roce o por qué no, un canto.

Volviendo a las primeras ideas, pienso que cada vez va a resultar más imprescindible integrar a un ser irracional, como mínimo, dentro de nuestros nucleos familiares, pudiera ser un perro o un gato, no por seguir las tradiciones, si no por que hay que pensar que la relación de bienestar debe ser bilateral, y siempre debemos respetar otras formas de vida animal en completa libertad... a lo que iba, un compañero que, sin duda, escuchará nuestras idas y venidas de los días cotidianos, proporcionándonos además, la oportunidad de observarlos con el único fin de aprender, de aprender a vivir sin tantas complicaciones absurdas, arrastrándonos a la realidad más vital del ser humano, a los valores primigenios, a la realidad de lo auténtico, la realidad de verdad.

Sólo me queda agradecer a quien tantas alegrias me ha aportado y me aporta día a día, su simple existencia, su existencia simple, llena de ternura, tranquilidad y bondad.

Pequeño homenaje a Greta;