28 septiembre 2011

MEMORIA DE UNA VOLUNTARIA (OCTUBRE DEL 2009)

En primer lugar querría dejar constancia de algo que para mi es fundamental, y es que todo lo que a continuación voy a describir, es subjetivo a mi vivencia personal y por lo tanto refleja una realidad de las muchas que cada día nacen, se desarrollan y forman parte de la gran experiencia del voluntariado.
Mi aventura empezó meses antes de mi partida a Burkina, cuando un día decidí, sin tener un motivo especial, que era el momento de hacer realidad uno de mis sueños.
No sé si fue azar o destino, quizás ambas cosas, encontré en internet el teléfono de CCONG, después de leer en su página web varios de los proyectos en los que participaban, decidí llamar e informarme.
Gracias a la colaboración y experiencia de CCONG, mi idea de ir a “Africa” como voluntaria se transformó poco a poco, en una realidad tal como es ir a “Burkina Faso” a trabajar en el orfanato de Home Kisito.
Y desde que monté en el avion en el aeropuerto del Prat (Barcelona) hasta que volví a aterrizar en éste, tuve el apoyo, ayuda e información de Rafa.
Cuando el avión aterrizó en Ouagadougou era de madrugada, como las 5:00. En cualquier otra ocasión hubiera estado hipnotizada por el sueño, pero la curiosidad de pisar África pudo con él.
Mi primera impresión fue calor, actividad (pese a la hora) y humildad.
El día siguiente era sábado, y me dediqué el dia a poner mis cosas en orden y conocer los alrededores del albergue.
Al principio vas con mucha precaución, todo te es desconocido, y cuando te mira la gente no sabes muy bien porque es. Con el paso de los dias, te das cuenta que hay una gran seguridad ciudadana, mucho respeto y que si las miradas caían en mi, era por el color de mi piel, algo normal teniendo en cuenta que no abunda el turismo por la zona.
Les sorprende ver a una persona “blanca”, sobretodo a los niños, que corren hacia ti para tocarte, extenderte la mano y saludarte. Solo por ver durante un segundo la carita de estos niños, vale la pena cualquier sacrificio i/o esfuerzo que puedas hacer.
Por otro lado y en contrapartida no me parece correcto darles dinero a los niños que te piden por la calle para comer, por muy duro que resulte, es preferible llamar a la madre o persona que les acompaña y darle “algo” a ellos. Esto es simplemente porque no creo que sea correcto que crezcan con la idea de “pidiendo a los demás podemos vivir”, es importante enseñarles a pescar y no darles el pez directamente.
Los Burkinabés relacionan (y con bastante razón) a los nazzara (los blancos) con dinero y oportunidades, es por eso, que cuando te ven por la calle muchas personas (no todas) se acercan a ti para charlar contigo, y de paso ofrecerte algún producto que te puedan vender al doble del precio establecido entre ellos.
Es el arte del regateo, y aunque es lógico que debamos pagar más (porque podemos) hemos de intentar no pagar cifras desorbitadas. Todas estas situaciones que se viven dia a dia en la calle son muchas veces enriquecedoras ya que siempre te tratan con respeto y puedes preguntarles para aprender algo nuevo de su cultura.
Otra de las cosas que más me impacto a mi llegada fue la excursión a la cadena de supermercados Marina Market (no es una empresa de Burkina), decidí comprar dos botellas de agua ya que mis primeros dias no sabía muy bien donde podria conseguirla. Mi sorpresa fue grande cuando vi el precio, era realmente elevado.
Con los días descubrí que los habitantes de Ouaga compran a precio muy asequible unas pequeñas bolsitas de agua, a las que le hacen una obertura en una esquina y beben, un invento práctico y económico sino fuera porque está la ciudad repleta de bolsitas de plástico vacias por las calles. Es algo a lo que “ellos” no le dan mucha importancia, ya que tienen otras prioridades, pero con el tiempo aprenderan a valorar.
El lunes fue mi primer día de trabajo en el orfanato, entré a las 07:00 de la mañana. Una vez allí, muy amablemente una de las monjas encargadas del orfanato me presentó al resto de compañeras (la mayoría cuidadoras de Burkina) y seguidamente me enseñó las aulas con los niños. Eran tres aulas, con los bebes de 0-6 meses, de 6 meses a un año aproximadamente y hasta tres años. A mi me asignaron el aula de los más pequeños.
Cuando me encontre allí, con 16 miradas clavadas en mi, algunas de ellas empapadas en lágrimas, no supe por donde empezar, aunque este instante, me duró poco, inmediatamente empezó la actividad entre las cuidadoras y empecé a cambiar pañales, dar biberones y jugar con los bebes, algo muy gratificante y difícil de explicar con palabras.
El día a día en el orfanato está totalmente estructurado, no hay lugar a improvisaciones, hay mucho trabajo por hacer, los medios justos y es por esto que todo está organizado detalladamente.
Las cuidadoras trabajan por turnos, de mañana y de tarde. Yo al ir los dos turnos conocí a la mayoría de cuidadoras del orfanato. Son mujeres humildes, afortunadas por tener un trabajo y muy dedicadas a su labor, aunque no siempre pensé lo mismo...
Uno de los choques culturales más fuertes entre la sociedad Burkinabé y la europea es el concepto de infancia.
En Burkina Faso sin restarle importancia a la niñez de las personas, entienden esta etápa como una más en la vida de la persona. Es la etapa menos productiva de todas, y es por ello que sin descuidar las necesidades básicas la viven con más normalidad que nosotros. Cuando digo con más normalidad me refiero que aquí en Europa sentimos a los niños como los reyes de la sociedad, supongo que por varias cuestiones, entre ellas, la cada vez más alta tasa de infertilidad y la escasez de niños entre nosotros.
Por lo contrario, en nuestra sociedad vivimos cada vez más años, lo que hace que haya un alto número de personas de la tercera edad.
Es curioso, en Europa damos el papel importante a la niñez y menospreciamos las funciones de las personas de la trecera edad, que son la mayoría. Ni su experiencia ni sabiduría nos sirven, son jubilados que esperan apaciblemente su
hora en sus casas, intentando hacer el menor ruido posible.
En Burkina, es todo lo contrario, las personas “mayores” que no suelen superar la sesentena de años, estan altamente valoradas, por sus consejos, juicios y tradiciones.
En algún momento he comentado que no siempre he pensado que las cuidadoras del orfanato hicieran su trabajo con dedicación, creo que después de estas lineas sobre como veo la estructura de la sociedad en esta región africana, me resultará más fácil explicar el porqué de esta concepción.
El modo de coger a los bebes, de acariciarlos de jugar con ellos es completamente distinto, al principio no daba crédito...con los días empecé a cuestionarme si eran ellos los que no sabian tratar con bebes, o eramos nosotros que los cuidabamos como si fueran de porcelana… aún no he resuelto esta cuestión, sólo se que debe tener bastante que ver con la estructura de la sociedad que antes he comentado.
Quizás... si “ellos” vieran como tratamos “nosotros” a las personas de la tercera edad también pensarian lo mismo, aunque prefiero dejar de hacer comparaciones entre sociedades y culturas y concluir con lo mucho que podemos aprender unos de otros.
Mi estancia transcurrió sin grandes anécdotas, pero desde luego he vivido algunos de los momentos más felices de mi vida, y la sensación que me llevé y sigo manteniendo es de desigualdad, ya que creo que he aprendido mucho más de lo que les he podido ofrecer.
Tengo claro que volveré, no se muy bien ni como ni cuando, pero una parte de mi persona se quedo allí, y allí seguirá hasta que vuelva, esperando, observando,
viviendo ya que al fin y al cabo, en eso consiste, en vivir.
Agradezco a todas las personas que me han facilitado el camino para desarrollar este voluntariado así como las que me he encontrado en él.
Gracias.

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